24 de agosto de 2007

El mismo motor, el mismo dolor.

Hace muchos muchos años cuando aquellos hombres auto-considerados vanguardia de la civilización humana nos “descubrieron”, encontraron en las entrañas del Cerro Rico un buen motivo para quedarse. Aquél poderoso se levantaba a un costado del continente, entre sequías y pre cordilleras, el altiplano boliviano. Aquél cerro alrededor del cuál nació y creció la hermosa ciudad de Potosí, resultó inmensamente rico. Más de lo que aquellos hombrecitos todopoderosos habían imaginado jamás. Así fue como se instalaron a su alrededor para obtener sus frutos, frutos tan preciados y escasos en su lejano país natal.
Pero hete aquí que el Cerro no era tan generoso. Y no ofrecía sus bienes tan fácilmente. En verdad, a todos nos duele que nos quiten el alma. Y al cerro también, de allí su resistencia. Los hombres debieron utilizar su ingenio para poder robarle al cerro su poder interior. Y tuvieron una idea. Un segundo descubrimiento: los cuasi hombres que los merodeaban podían cometer aquél sacrilegio. Así fue que los indígenas debieron internarse en la oscuridad de las venas del cerro a robarle su alma.
El Cerro fue vencido pero no sin dar batalla. De tanto en tanto expresaba su enojo y con un rugido estremecedor se tambaleaba intentando sacudirse los microbios. Se deshacía de algunos. Mas no fue suficiente para evitar que lo dejasen como alma en pena, vacío, triste, hueco, inútil. Llegó a ser valioso únicamente por lo que fue alguna vez. Pero ni eso lo enorgullece, el dolor es demasiado.
El tiempo pasó. Mucho pasó. La historia pasó. Y quinientos años después sigue habiendo cuasi hombres obligados a robar almas serranas. Poderes subterráneos que siguen posibilitando el desarrollo de las mayores economías del mundo. Y cerros que siguen quejándose por semejante vejación.
Hace algunas semanas una veintena de mineros quedaron sepultados bajo uno de aquellos rugidos en algún rincón de Estados Unidos. Hoy leemos en los diarios que el gobierno chino, segunda potencia económica mundial, está a punto de abandonar sus esfuerzos por encontrar otros 181 cuasi hombres que debieron enfrentar lo mismo días atrás. Parece ser que este cerró se quejó fuerte, quizás el dolor fue demasiado. Quizás la resistencia está pasando a la ofensiva. Quién sabe.

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