30 de noviembre de 2007

EL LADO OSCURO DE LAS NUEVE LUNAS

Laura nació en una pequeña villa adentrada en la provincia de Neuquén. Su padre Rubén murió hace tiempo. Su madre Olga la crió junto a sus ocho hermanos. En un país que como capitalista se jacta de la igualdad de oportunidades, no parecían demasiadas las opciones de destino para Laura. Sin embargo ella intentó sortear ciertos lugares comunes.
En sus primeros años adolescentes Laura descubrió el amor y el sexo, que ni es lo mismo ni es igual. Pero a diferencia de sus pares, ella no solo entendió que de allí nacen los niños sino que además decidió que la procreación no sería su futuro inmediato. A Laura le encantaba estudiar, conocer, saber. Quería terminar la secundaria y luego lograr ir, de alguna forma no del todo clara aún, a la Universidad o a algún terciario para estudiar una carrera. A decir verdad, soñaba con ser médica.
Fue así como se acercó a la salita sanitaria más cercana a su villa y sacó turno para ver a la ginecóloga del lugar. Afortunadamente se encontró con María Elena, una médica muy atenta que, luego de darle todas las explicaciones del caso, se encargó de proporcionarle los anticonceptivos que Laura buscaba prolijamente. Transcurrieron varios años en los que, mes a mes, compartían charlas, sueños, deseos, planes y proyectos a futuro… Laura encontró en María Elena una guía… María Elena encontró en Laura una esperanza.
Pero un mes Laura no asistió. Y María Elena esperó. Y al mes siguiente tampoco asistió. Y María Elena comenzó a preocuparse y a no entender. Y los meses pasaron y Laura no volvió.
Hasta que un frío día de mayo la salita vio reaparecer a Laura y a su panza de seis meses. María Elena pretendió ocultar su asombro detrás de su ambo profesional. Su asombro y su dolor ante la profecía cumplida.
Solas en el gabinete, María Elena quiso tratar de entender. ¿Cómo era posible que alguien tan conciente y responsable, que buscaba puntillosamente y desde pequeña sus anticonceptivos porque estaba llena de sueños y de proyectos individuales podía llegar con un embarazo de seis meses justo en su último año de secundaria? ¿Fue un descuido? La relación medico-paciente que habían desarrollado le decía que no.
El rostro de Laura irradiaba tanta vergüenza como convicción. Ella no habría librado su vida al azar de ningún modo. Era demasiado racional para aquello. Su inteligencia, moldeada por su entorno, la había llevado a una conclusión. Y fue la respuesta que dio a las preguntas de María Elena.
En momentos de flaqueza e incertidumbre, una realidad invadió el espíritu de Laura. Y todos sus sueños y su capacidad para escapar de su destino predeterminado se diluyeron. Sin fuerzas para luchar contra los estereotipos y la decantación típica de una vida en su medio ambiente, Laura arribó a una conclusión. Ella solo existiría para el Estado en tanto madre soltera con secundario incompleto. Solo así el Estado la ayudaría y le daría su “oportunidad” de sobrevivir.
Laura pudo haber sido más valiente. Pero no pudo haber sido más realista.
Paradojas de las políticas públicas.