25 de julio de 2007

El Gobierno dice que renovará totalmente los trenes de las líneas San Martín y Sarmiento. (Título Diario Clarín)

Otra vez los trenes. Parece una noticia acompañada de una reflexión recurrente. Las formaciones son escasas, están destruidas, la gente viaja parada, apretada, colgada, trepada… En este caso el gobierno anuncia con bombos y platillos la compra a China de varias formaciones con las cuales piensan reemplazar la línea San Martín. Asimismo anuncian que próximamente harán lo propio con la línea Sarmiento.
Lo llamativo del caso es que en determinado momento de la nota se describe cómo el secretario de transporte, Ricardo Jaime, poco menos que pide agradecimientos y aplausos al gobierno por los subsidios que pagan ya que si no fuera por ellos “la gente directamente no podría viajar”. Es decir que debemos quejarnos por viajar como ganado ya que el reclamo es nuestro derecho, pero a su vez debemos agradecerles que al menos podamos viajar… Algo no cierra. ¿Acaso intentan hacernos creer que esa es la única forma de viajar en un país como el nuestro? ¿Acaso ese es el mejor aporte que pueden hacer, es su mejor negociación? ¿Acaso pretenden que nos conformemos y callemos?...Mmm…
Quiero decirle algo. Sí, a usted señor secretario, si es que alguna vez estas letras salen fuera de esta computadora. Si aquellos son sus propósitos déjeme señalarle que la reciente inauguración del hermosísimo tranvía en Puerto Madero boicotea sus intenciones con mayor fuerza que mis palabras. Un tranvía divino. Sí, realmente de cuento. Que nos enorgullece por convertirnos en la única ciudad de América del Sur con un ejemplar tal en funcionamiento. Pero un tranvía que le costó al gobierno de la ciudad y de la nación ¡46 millones de pesos! Podría parecer útil si aportara al complejo problema del traslado en la ciudad. Sin embargo, el tranvía recorre… ¡diez cuadras!... Eso sí, es hermoso. Los turistas estarán encantados.

"Mi Cuba"

Hay una frase muy trillada que, a pesar de ello, guiará este texto. A fuerza de dañar mi originalidad debo admitir que no se puede pensar otra cosa más que aquello de que “Cuba es contradicción”, “Cuba es complejidad”. Creo que lo es, por más vueltas que intente darle al asunto. Han pasado más de dos meses desde que regresé de aquél viaje por la isla caribeña que más me ha atraído a lo largo de mi cuarto de siglo. He necesitado estos meses para intentar procesar todo lo que vieron mis ojos, escucharon mis oídos, percibieron todos mis sentidos simultáneamente… Y al final de este recorrido no he encontrado mejor título que este. Porque Cuba tiene muchas aristas. Y uno puede conocer una, dos, o varias. Y probablemente la mirada sobre la isla dependerá de la arista que hayamos observado, aquella con la que nos hayamos conectado. Y será un tanto más amplia si hemos coqueteado con más de un costado. Pero nunca podrá ser absolutamente completa. Porque Cuba es una realidad inabarcable es que este relato es el relato de “Mi Cuba”.
A medida que uno intenta interpretar lo que va sucediendo, las experiencias no dejan de repartirse entre los platillos de la balanza. Pero uno, o al menos debería decir “yo”, no me resigno y necesito invariablemente sacar un saldo de cada situación, de cada vivencia o lo que sea. Y debo decir que éste ha sido positivo. No sé si lo he forzado demasiado y mi objetividad en este caso ha sido definitiva e indiscutiblemente nula. Pero poco me importa, es mi saldo a fin de cuentas.
Las causas del magnetismo que ejerce Cuba sobre mí son bastante evidentes. Mi adoración por Ernesto “CHE” Guevara puede ser suficiente como para querer ir a conocer aquél pueblo con el que tanto se involucró y cuyo destino construyó. Pero no es solo eso. Conocer un país con un sistema político-económico diferente al propio me parece razón más que suficiente para despertar cualquier curiosidad a pesar de que para el sentido común tan estudiado a lo largo de mi carrera universitaria, aquello sólo despierte curiosidades de izquierda. Para qué discutir…
La posibilidad de conocer un país socialista y con un líder tan fuerte y carismático como Fidel Castro aún a la cabeza (a pesar de estar fuera de funciones por su delicado estado de salud) me excitaba sobremanera. Y un día me recibí de socióloga, y un día mis padres me regalaron el pasaje hacia la isla, y un día de abril de 2007 me fui. Y me invadió la alegría, la incertidumbre de viajar sola, la emoción de pisar aquél suelo, la ansiedad de conocer aquél pueblo sobre el cuál tanto había leído. Y pronto me invadió la realidad, que no contradijo tanto mis fantasías.
No aclararé a cada instante que lo dicho es únicamente respecto a la gente con la cuál yo me crucé o únicamente respecto a las situaciones que yo viví. Por algo es mi relato. Aclarado eso decreto que la gente cubana es buena. Tan simple como eso. Tan naif como eso. Es buena. Dentro de La Habana uno puede sentir cierto acecho, es verdad, pero también es verdad que es propio de toda ciudad capital desbordada de turistas. Y esta es una ciudad así pero con un condimento: la gente que acecha nunca será turista en otro país no sólo por no poseer el dinero para serlo sino porque les está prohibido salir de su país. Por lo tanto, ese acecho es su única oportunidad de conocer algo a la gente del mundo exterior, y también de obtener algo de ellos llegado el caso. Pero no pasa de eso. En el interior el acecho desaparece y todo es entrega. Esa entrega responde a diferentes causas. Son buenos. Pero también son curiosos y el intercambio con turistas es una de las pocas vías a través de las cuáles pueden conocer lo que sucede fuera de Cuba, la mirada que recae sobre ellos, las opiniones que el gobierno no les hace llegar, los detalles de una vida muy distinta que también es posible. Y son, desde mi perspectiva, naif. Porque no están sobre-informados, porque no están impermeabilizados ante ciertas circunstancias, ante ciertas reflexiones que ya a nosotros se nos han metido en la piel. Entonces lo que a mí me provocaba una sonrisa, a ellos una carcajada. Lo que en mí despertaba cierta angustia, en ellos detonaba un mar de lágrimas. Un acto que a mí podía disgustarme, a ellos los indignaba y enfurecía. O directamente no lo comprendían, ya que no entraba en sus parámetros.
Algo que realmente impacta desde que uno aterriza en Cuba es la ausencia de publicidad en las calles. Uno no cree que aquello pueda llamarle tanto la atención hasta que lo vive. Las calles parecen más grandes de lo que son, más vacías de lo que en realidad están. La falta de estímulos visuales se hace sentir, y definitivamente, se hace disfrutar.
Los canales televisivos son uno para todo el país y otros dos (aunque dependiendo de la provincia) por municipio. El televisor tiene un lugar especial dentro de la familia cubana. Lo escuchan muy fuerte, o fuelte como dirían ellos, pero ese volumen se corresponde con el volumen de sus propias voces. ¡Gritan tanto! Dentro de las casas siempre reina el bullicio. Y frente al televisor se sienta toda la familia, pero se sientan en serio. ¿Cómo es sentarse en serio? Todos alrededor, en semicírculo de ser posible, atentos, callados, riendo o aprendiendo. Aquello lo vi plasmado en Santiago de Cuba. A las siete de la tarde de un ¿domingo? Pasaban un documental sobre una forma alternativa y “nueva” de producir energía. No puedo explicar la emoción de aquella pareja, Marisol y Jesús, mirando el documental. Todo era para ellos fantástico mientras para mí no representaba más que un documental de National Geographic que no hubiese logrado detener mi zapping por más de tres segundos. Ellos estaban fascinados con el documental y yo con ellos.
Un capítulo aparte y especial merece la relación entre el pueblo y el gobierno. Desde allí se comprueba lo mismo que se percibe desde aquí. La opinión respecto de la revolución esta bien diferenciada según la variable etaria. Ancianos que la apoyan fervientemente, adultos que la comprenden pero que lo único que vivieron fue una vida de sacrificios y desarrollos económicos limitados, y jóvenes que la ven como “historia” y que quieren ser iguales a todo el mundo disfrutando de la misma supuesta libertad de la que gozan los turistas a los que frecuentan. Claro que todo lo que estos jóvenes ven mas allá del mar Caribe es bienestar. Me cansé de decirles que no todo es rosa. Que hay cosas mejores y muchas otras peores. Que quien se muere de hambre lo hace literalmente. Que ellos no tienen noción ni lenguaje para describir lo que es la pobreza en otros lugares. De todos modos, dudo haberlos convencido de algo.
Claro que hay cosas contra las que no se puede decir nada. El pueblo no puede salir de su país y ni siquiera sabe explicarte el porqué. Cómo no sentirse atraído por aquello prohibido. Cuánto más teniendo 20 años. Cuánto más representando uno de los puntos más turísticos del planeta. No pueden ser turistas, pero conviven con ellos a diario, conviven con lo que no pueden ser ni llegar a ser. Supongo que habrá razones más que convincentes para que un pueblo socialista no pueda salir de su país. Probablemente se deba al hecho de que se este llevando adelante el socialismo en un solo país. No lo sé y creo que sería involucrarme demasiado en cuestiones teóricas políticas que no tienen lugar en este relato. Pero sí se que mientras estuve en la isla pregunté aquellas razones hasta el hartazgo y no supieron contestarme. Y para ser sincera, eso no me dejó ni demasiado tranquila ni demasiado feliz. Es más, logró incomodarme mucho cada vez que uno u otro me preguntaba con brillo en los ojos en cuántos países había estado, qué lugares conocía, etc…
Todos respetan y admiran muchísimo a Fidel. Le reconocen su valentía, su dignidad, su fuerza y coraje. Su lucha a pesar de los años y de los achaques de su salud. Sin embargo algo extraño sucede cuando se habla del gobierno en general. Todos quienes emitieron algún tipo de crítica hacia el gobierno (es decir, todos aquellos con quienes entablé una conversación más o menos profunda) bajan literalmente la voz para hacerlo. Puede parecer anecdótico. Pero aseguro que estando allí es realmente estremecedor. La primera vez no me llamó demasiado la atención. La segunda noté que era una característica que se repetía pero podía ser casualidad. Luego comprobé que era sistemático. Así estemos en un cuarto cerrado únicamente yo y mi interlocutor, bajan la voz. Esta absolutamente internalizado que nadie puede escucharlos emitiendo críticas hacia el gobierno. Y allí se produce la confusión porque todo aquél respeto que se supone sienten ante Fidel comienza a tambalearse.
¿Es respeto o es temor? Lo pensé mucho y llegué a la conclusión de que aquello es respeto. El temor está dirigido hacia otra parte del gobierno, otro sector que obviamente esta abalado por Fidel, pero que esta más representado en la figura de Raúl Castro, su hermano y actual poseedor de todas las funciones del gobierno dado el estado de salud de Fidel. Raúl fue el brazo más netamente militad de la revolución, de teoría poco y nada, de carisma menos. Un médico, negro, grandote, buenazo, que compartió conmigo el largo viaje en colectivo (guagua como les gusta decir a ellos) desde Trinidad hasta Santiago de Cuba, me dio evidencia de esto. Por supuesto luego de bajar su tono de voz, me contó con un gesto cómo era Raúl. Simplemente acercó sus dedos índice y mayor a su hombro derecho. Entendí la seña militar. Seguidamente recordó que el día en que Fidel delegó todos sus poderes en su hermano menor, la calle se vistió de militares y tanques. Esto les producía mucha intranquilidad para cuando la sombra de Fidel deje de aparecer de tanto en tanto con algún comunicado desde el hospital que sólo ellos saben donde queda. Por otro lado, tienen esperanza para más adelante. Esperan que Raúl sea sucedido por un tal ministro Laje, quien parece convencerlos con más teoría y menos represión.
No voy a hablar de las playas, sería muy aburrido, no hay más que decir sobre ellas. No se han inventado últimamente nuevas palabras sobre la belleza. Pero sí voy a enumerar, para que el paso del tiempo no me juegue una mala pasada a mi misma, los lugares en los que estuve. En primer lugar llegué a La Habana y permanecí allí, alojada en casa de Tania, entre Habana Vieja y Centro Habana durante dos días. Luego partí rumbo a Trinidad en donde permanecí por cinco días en casa de Janio y Yania, su bebé, su madre y su abuela. Allí conocí a la parejita de argentinos: Marcela y Pablo, mis primeros amigos. Después me encontré con Ova, mi verdadero compañero de viaje. Y también con el tano Claudio y el cubano Yaniel. Allí visité la hermosa playa Ancón y junto a Ova fuimos por un día a Santa Clara. Después partí rumbo a oriente, Santiago de Cuba, en un viaje de más de 12 horas. Me estaba esperando Jesús junto a su familia: Marisol y su madre, Jesucito, su novia, Gabriel y Ángel, el sobrino. Me quedé por tres días y luego partí nuevamente hacia La Habana con el objetivo de presenciar el gran desfile del primero de Mayo. Me encontré allí con Osvaldo y con la hermosa familia que lo alojaba: Emilio, Marilyn, y sus dos hijos. Esta vez me alojé en el barrio Vedado, en casa de “mi abuela” Odalia. Tres días allí y nuevamente la guagua, esta vez hacia el noreste, hacia Viñales. Allí paré en casa de dos viejitos un tanto particulares, bastante cascarrabias, y conocí a la inglesa Kate. Luego de dos días de vuelta a La Habana para comprar un par de cosas, pasar mi última noche en casa de Odalia, y ya regresar para mi país previo paso por Costa Rica. Allí me alojé en el Hostal del Sol, en Alajuela, hostel de Fernando un tico muuuy divertido y buena gente. (Continuará…)

12 de julio de 2007

Caso Belsunce: comenzó la lectura del veredicto y se decide la suerte de Carrascosa.(Título Diario Clarín)

El 27 de Octubre del año 2002 una alta mujer murió. Ella era María Marta García Belsunce, la socióloga más famosa de la argentina, así sea post mortem.¿Crimen pasional? ¿Algún amante despechado? ¿Crimen por encargo?¿Ajustes de un cartel en apuros?... Todo un gran misterio incrementado por una certeza: ocurrió en un country. Uno de aquellos lugares de máxima seguridad que han explotado a partir de la década del ¨90. Uno de aquellos lugares en donde unos cuantos pocos creyeron conseguir refugiarse de aquellos muchos que caían cada vez más hondo. ¿Acaso no eran tan seguros? ¿Acaso aquellos inadaptados lograron burlar toda ese estructura de seguridad y aislamiento?
Y el misterio fue creciendo y creciendo al compás de las versiones de posibles lavados de dinero de aquella aristocrática familia con una tragedia en su seno. Y no solo eso. La posibilidad de un crimen ejecutado o encubierto por el esposo de la víctima, Carlos Carrascosa, junto a parte de su familia tornaron este episodio policial en un atractivo social. Rápidamente se despertaron voces reclamando una justicia para todos y el cese, al menos por una vez, de los privilegios otorgados por la fortuna. En fin, entre una cosa y otra, transcurrieron los cinco años que nos separan de aquél trágico (para María Marta) Octubre.
Hoy, finalizado el largo juicio oral realizado por una fiscalía acusatoria del viudo, se conocerá en momentos la sentencia dictada por el tribunal. Todo el país está pendiente de dicha sentencia. Los canales de televisión están a sus anchas, desplegando todos los móviles que tienen disponibles para cubrir semejante hecho. ¿Tanto nos importa María Marta? Quizás sea simple curiosidad. Quizás deseos de que la aristocracia argentina deje de ser, por una mísera vez (y por burdos errores cometidos en este caso), impune. Todos escuchando el veredicto.
Pero hay algo más. Pobre María Marta, su protagonismo durará poco tiempo. Son las 18.47 y en tres pequeñas horas estará jugando la semifinal de la Copa América la selección argentina de fútbol. Y todos tendremos nuestras mentes y nuestros corazones enfocados en otra dirección. Y que de la justicia, de María Marta, de Carlos Carrascosa, de Julio López, de Videla... se ocupe otro.